lunes, 17 de febrero de 2014

1984. Treinta años después, la vigencia de Orwell estremece



Leída en 1984, a los diecisiete años, la novela de Orwell era una obra maestra del horror y la angustia. Nos impresionaba mucho el dibujo apocalíptico que en la novela se trazaba: la reclusión de los individuos en una uniforme masa productiva, células de una entidad poderosa a las que se les había extirpado la conciencia. En principio era un retrato del estalinismo: Orwell había alzado una distopía (sociedad indeseable) mediante la estrategia de retratar una realidad sospechada que, con la floración de documentos y más documentos, quedó confirmada de la A a la Z. Así que Orwell planteaba para el futuro -terminó la novela en 1948, murió en enero de 1950, y barajó las últimas cifras del año para darle título a la obra- una imagen del presente.
Leída treinta años después la vigencia de 1984, a pesar de la supuesta derrota de los totalitarismos, parece innegable, ya que la novela interpela a un nuevo totalitarismo enmascarado: el de las sociedades aparentemente libres en las que –a pesar de la aparente libertad- el Gran Hermano lo controla todo, en la que cada vez se potencia más la policía del pensamiento, en la que con ardides, en principio plausibles como “lo políticamente correcto”, se acaba distorsionando el lenguaje para ceder al miedo de llamar a las cosas por su nombre.
Basta recordar algunas de sus frases: “Hasta que no tengan conciencia de su fuerza, no podrán rebelarse, y hasta que no se rebelen no tendrán conciencia de su fuerza”, “Lo que caracteriza a la vida moderna no era ni su crueldad ni su inseguridad: era, sencillamente, su vacío, la falta absoluta de contenido”, “Nada iba a cambiar mientras el poder siguiera en manos de una minoría privilegiada”, “El poder no es un medio: es, en sí mismo, su propio fin”.
1984 retrata un combate desigual: el de unos cuantos invitados contra esa mentira que lo anega todo. En definitiva, 1984 sigue siendo un lúcido análisis de los mecanismos aplastantes de la máquina del poder como fin en sí mismo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario